Construcciones sociales de la realidad

Hasta ahora, hemos hablado principalmente de las diferencias entre sociedades. En lugar de discutir sus problemas y configuraciones, ahora exploraremos cómo surgió la sociedad y cómo ven los sociólogos la interacción social.
En 1966, los sociólogos Peter Berger y Thomas Luckmann escribieron un libro titulado La construcción social de la realidad. En él sostenían que la sociedad la crean los seres humanos y la interacción humana, lo que denominan habitualización. La habitualización describe cómo "cualquier acción que se repite con frecuencia se convierte en un patrón, que puede volver a realizarse en el futuro de la misma manera y con el mismo esfuerzo económico" (Berger y Luckmann, 1966). No sólo construimos nuestra propia sociedad, sino que también la aceptamos tal cual es porque otros la han creado antes que nosotros. La sociedad es, de hecho, "hábito".
Por ejemplo, tu escuela existe como escuela y no sólo como edificio porque tú y otros estáis de acuerdo en que es una escuela. Si tu escuela es más antigua que tú, fue creada por el acuerdo de otros antes que tú. En cierto sentido, existe por consenso, tanto anterior como actual. Este es un ejemplo del proceso de institucionalización, el acto de implantar una convención o norma en la sociedad. Ten en cuenta que la institución, aunque construida socialmente, sigue siendo bastante real.
Otra forma de ver este concepto es a través del notable teorema de Thomas de W.I. Thomas, que afirma: "Si los hombres definen las situaciones como reales, son reales en sus consecuencias" (Thomas y Thomas 1928). Es decir, el comportamiento de las personas puede estar determinado por su construcción subjetiva de la realidad más que por la realidad objetiva. Por ejemplo, un adolescente al que se le pone repetidamente una etiqueta -sobresaliente, jugador, vago- puede hacer honor al término aunque inicialmente no formara parte de su carácter.
Al igual que Berger y Luckmann en su descripción de la habitualización, Thomas afirma que nuestros códigos morales y normas sociales se crean mediante "sucesivas definiciones de la situación". El sociólogo Robert K. Merton define este concepto como una profecía autocumplida. Merton explica que con una profecía autocumplida, incluso una idea falsa puede convertirse en verdad si se actúa en consecuencia. Un ejemplo que da es el de una "corrida bancaria". Supongamos que, por alguna razón, varias personas temen falsamente que su banco vaya a quebrar pronto. Debido a esta falsa idea, la gente corre a su banco y pide todo su dinero de una vez. Como los bancos rara vez, o nunca, tienen tanto dinero a mano, el banco se queda sin dinero, cumpliéndose así la profecía de los clientes. En este caso, la realidad se construye a partir de una idea.

Funciones y estatus
Como puede imaginarse, las personas emplean muchos tipos de comportamientos en la vida cotidiana. Los roles son patrones de comportamiento que reconocemos en los demás y que son representativos del estatus social de una persona. Actualmente, mientras lees este texto, estás desempeñando el papel de estudiante. Sin embargo, también desempeñas otros roles en tu vida, como "hija", "vecina" o "empleada". Cada uno de estos papeles está asociado a un estatus diferente.
Los sociólogos utilizan el término estatus para describir las responsabilidades y beneficios que experimenta una persona según su rango y papel en la sociedad. Algunos estatus son atribuidos, es decir, no elegidos, como el de hijo, anciano o mujer. Otros, denominados estatus alcanzados, se obtienen por elección propia, como dejar el bachillerato, ser millonario hecho a sí mismo o enfermero. Como hija o hijo, ocupas un estatus diferente al de vecino o empleado. Una persona puede estar asociada a multitud de roles y estatus. Incluso un único estatus, como el de "estudiante", lleva asociado un complejo conjunto de roles (Merton, 1957). Es importante señalar que el estatus se refiere al rango en la jerarquía social, mientras que el papel es el comportamiento que se espera de una persona que ostenta un determinado estatus.
Presentación de uno mismo
Por supuesto, es imposible mirar dentro de la cabeza de una persona y estudiar qué papel está desempeñando. Lo único que podemos observar es el comportamiento, o desempeño del papel. El desempeño de un papel es la forma en que una persona expresa su papel. El sociólogo Erving Goffman presentó la idea de que una persona es como un actor en un escenario. Goffman llamó a su teoría dramaturgia y creía que utilizamos la "gestión de la impresión" para presentarnos ante los demás como esperamos ser percibidos. Cada situación es una nueva escena, y los individuos interpretan papeles diferentes según quién esté presente (Goffman 1959). Piensa en cómo te comportas con tus compañeros de trabajo o con tus abuelos o con una cita a ciegas. Aunque no intentes conscientemente alterar tu personalidad, es probable que tus abuelos, tus compañeros de trabajo y tu cita vean aspectos diferentes de ti.
La gestión de las impresiones es un componente fundamental del interaccionismo simbólico. Por ejemplo, un juez en un tribunal tiene muchos "accesorios" para crear una impresión de imparcialidad, gravedad y control, como su toga y su martillo. Se espera que los que entran en la sala se adhieran a la escena creada. Imagínese la "impresión" que puede causar la forma de vestir de una persona. Esta es la razón por la que los abogados suelen elegir el peinado y la vestimenta de los testigos y acusados en los procedimientos judiciales.
Las ideas dramatúrgicas de Goffman se basan en las ideas de Charles Cooley y el "yo espejo". Según Cooley, basamos nuestra imagen en lo que creemos que ven los demás (Cooley 1902). Imaginamos cómo debemos aparecer ante los demás y reaccionamos ante esa especulación. Nos ponemos ciertas ropas, nos peinamos de una manera determinada, nos maquillamos, usamos colonia y cosas por el estilo, todo ello con la idea de que nuestra presentación de nosotros mismos va a afectar a cómo nos perciben los demás. Esperamos una reacción determinada y, si tenemos suerte, obtenemos la que deseamos y nos sentimos bien por ello. Pero más que eso, Cooley creía que nuestro sentido del yo se basa en esta idea: imaginamos cómo nos ven los demás, sacamos conclusiones basadas en sus reacciones ante nosotros y, entonces, desarrollamos nuestro sentido personal del yo. En otras palabras, las reacciones de la gente ante nosotros son como un espejo en el que nos reflejamos.