Muchas culturas antiguas consideraban los planetas y las estrellas como representantes o sÃmbolos de los dioses u otras fuerzas sobrenaturales que controlaban sus vidas. Para ellos, el estudio de los cielos no era un tema abstracto, sino que estaba directamente relacionado con la necesidad vital de comprender las acciones de los dioses y ganarse su favor. Antes de nuestras perspectivas cientÃficas, todo lo que ocurrÃa en la naturaleza -desde el clima, las enfermedades y los accidentes, hasta las sorpresas celestes como los eclipses o los nuevos cometas- se consideraba una expresión de los caprichos o el disgusto de los dioses. Cualquier signo que ayudara a comprender lo que estos dioses tenÃan en mente se consideraba extremadamente importante.
Los movimientos de los siete objetos que tenÃan el poder de "vagar" por el reino del cielo -el Sol, la Luna y cinco planetas visibles a simple vista- claramente debÃan tener un significado especial en tal sistema de pensamiento.
La mayorÃa de las culturas antiguas asociaban estos siete objetos con diversos gobernantes sobrenaturales de su panteón y les seguÃan la pista por motivos religiosos. Incluso en la relativamente sofisticada Grecia de la Antigüedad, los planetas tenÃan nombres de dioses y se les atribuÃan los mismos poderes e influencias que a los dioses cuyos nombres llevaban. De estas ideas nació el antiguo sistema llamado astrologÃa, que algunas personas siguen practicando hoy en dÃa, en el que se cree que las posiciones de estos cuerpos entre las estrellas del zodiaco son la clave para entender lo que podemos esperar de la vida.
Los inicios de la astrologÃa
La astrologÃa comenzó en Babilonia hace unos dos milenios y medio. Los babilonios, que creÃan que los planetas y sus movimientos influÃan en la fortuna de los reyes y las naciones, utilizaban sus conocimientos de astronomÃa para guiar a sus gobernantes. Cuando la cultura babilónica fue absorbida por los griegos, la astrologÃa pasó gradualmente a influir en todo el mundo occidental y, con el tiempo, se extendió también a Asia.
En el siglo II a.C., los griegos democratizaron la astrologÃa al desarrollar la idea de que los planetas influyen en cada individuo. En concreto, creÃan que la configuración del Sol, la Luna y los planetas en el momento del nacimiento afectaba a la personalidad y la fortuna de una persona, una doctrina denominada astrologÃa natal. La astrologÃa natal alcanzó su apogeo con Ptolomeo 400 años más tarde. Tan famoso por su astrologÃa como por su astronomÃa, Ptolomeo compiló el Tetrabiblos, un tratado de astrologÃa que sigue siendo la "biblia" de la materia. Es esencialmente esta antigua religión, más antigua que el cristianismo o el islam, la que siguen practicando los astrólogos actuales.
Horóscopo
La clave de la astrologÃa natal es el horóscopo, una carta que muestra las posiciones de los planetas en el cielo en el momento del nacimiento de un individuo. La palabra "horóscopo" procede de las palabras griegas hora (que significa "tiempo") y skopos (que significa "vigilante" o "marcador"), por lo que "horóscopo" puede traducirse literalmente como "marcador de la hora". Cuando se traza un horóscopo, primero hay que situar los planetas (incluidos el Sol y la Luna, clasificados como errantes por los antiguos) en el zodiaco. En la época en que se estableció la astrologÃa, el zodÃaco se dividÃa en 12 sectores llamados signos (figura 2.15), cada uno de 30° de longitud. Cada signo recibÃa el nombre de una constelación del cielo a través de la cual se veÃa pasar el Sol, la Luna y los planetas; por ejemplo, el signo de Virgo era la constelación de Virgo.
AstrologÃa hoy
Hoy en dÃa, los astrólogos utilizan los mismos principios básicos establecidos por Ptolomeo hace casi 2000 años. Hacen horóscopos (un proceso muy simplificado gracias al desarrollo de programas informáticos adecuados) y sugieren interpretaciones. La astrologÃa de los signos solares (que se lee en los periódicos y en muchas revistas) es una variante reciente y simplificada de la astrologÃa natal. Aunque ni siquiera los astrólogos profesionales confÃan demasiado en un esquema tan limitado, que intenta encajar a todo el mundo en sólo 12 grupos, la astrologÃa de los signos solares es tomada en serio por mucha gente (quizá porque se habla de ella mucho en los medios de comunicación).
Hoy sabemos mucho más sobre la naturaleza de los planetas como cuerpos fÃsicos, asà como sobre la genética humana, de lo que podÃan saber los antiguos. Es difÃcil imaginar cómo las posiciones del Sol, la Luna o los planetas en el cielo en el momento de nuestro nacimiento podrÃan tener algo que ver con nuestra personalidad o nuestro futuro. No hay fuerzas conocidas, ni la gravedad ni ninguna otra, que puedan causar tales efectos. (Por ejemplo, un cálculo sencillo demuestra que la atracción gravitatoria del obstetra que atiende el parto de un recién nacido es mayor que la de Marte). Asà pues, los astrólogos tienen que argumentar que deben existir fuerzas desconocidas ejercidas por los planetas que dependen de sus configuraciones entre sà y que no varÃan en función de la distancia del planeta, fuerzas de las que no existe la menor prueba.
En realidad, muy pocas personas bien educadas se tragan hoy en dÃa la afirmación de que toda nuestra vida está predeterminada por influencias astrológicas al nacer, pero aparentemente mucha gente cree que la astrologÃa tiene validez como indicador de afinidades y personalidad. Un número sorprendente de estadounidenses juzgan a las personas que contratan, con las que se relacionan e incluso con las que se casan basándose en información astrológica. Sin duda, se trata de decisiones difÃciles, y se podrÃa argumentar que deberÃamos utilizar cualquier información relevante que pudiera ayudarnos a tomar las decisiones correctas. Pero, ¿proporciona realmente la astrologÃa alguna información útil sobre la personalidad humana? Éste es el tipo de pregunta que puede comprobarse mediante el método cientÃfico (véase Comprobación de la astrologÃa).
Los resultados de cientos de pruebas son todos los mismos: no hay pruebas de que la astrologÃa natal tenga ningún poder predictivo, ni siquiera en sentido estadÃstico. ¿Por qué, entonces, la gente parece tener a menudo anécdotas sobre lo bien que les aconsejó su propio astrólogo? Hoy en dÃa, los astrólogos eficaces utilizan el lenguaje del zodiaco y el horóscopo sólo como signos externos de su oficio. Trabajan sobre todo como terapeutas aficionados, ofreciendo verdades sencillas que a los clientes les gustan o necesitan oÃr. (Estudios recientes han demostrado que casi cualquier tipo de terapia a corto plazo hace que la gente se sienta un poco mejor, porque el mero hecho de hablar de nuestros problemas con alguien que nos escucha atentamente es, en sà mismo, beneficioso).
ESTABLECER CONEXIONES
Probar la astrologÃa
En respuesta al interés del público moderno por la astrologÃa, los cientÃficos han llevado a cabo una amplia gama de pruebas estadÃsticas para evaluar su poder predictivo. La más sencilla de ellas examina la astrologÃa de los signos solares para determinar si -como afirman los astrólogos- algunos signos tienen más probabilidades que otros de estar asociados con alguna medida objetiva de éxito, como ganar medallas olÃmpicas, percibir salarios elevados en las empresas o alcanzar un cargo electivo o un alto rango militar. (Usted mismo puede idear una prueba de este tipo buscando las fechas de nacimiento de todos los miembros del Congreso, por ejemplo, o de todos los miembros del equipo olÃmpico estadounidense). ¿Son nuestros lÃderes polÃticos seleccionados de alguna manera al nacer por sus horóscopos y, por tanto, más propensos a ser Leos, digamos, que Escorpio?
Ni siquiera es necesario ser especÃfico sobre su predicción en este tipo de pruebas. Al fin y al cabo, muchas escuelas de astrologÃa discrepan sobre qué signos van con qué caracterÃsticas de la personalidad. Para demostrar la validez de la hipótesis astrológica, bastarÃa con que las fechas de nacimiento de todos nuestros lÃderes se agruparan en uno o dos signos de alguna manera estadÃsticamente significativa. Se han realizado docenas de pruebas de este tipo, y todas han resultado completamente negativas: las fechas de nacimiento de los lÃderes de todos los campos analizados se han distribuido aleatoriamente entre todos los signos. La astrologÃa de los signos solares no predice nada sobre la futura ocupación de una persona ni sobre sus rasgos de personalidad.