¿Cómo abordan eficazmente los directivos y los empleados las diferencias individuales en el lugar de trabajo?
La segunda variable de diferencia individual se refiere al concepto de personalidad. A menudo oÃmos a la gente utilizar y utilizar mal el término personalidad. Por ejemplo, oÃmos que alguien tiene una personalidad "agradable". Para nuestro propósito, examinaremos el término desde un punto de vista psicológico en lo que se refiere al comportamiento y el rendimiento en el lugar de trabajo. Para ello, empecemos con una definición más precisa del concepto.
Definición de personalidad
La personalidad puede definirse de muchas maneras. Quizá una de las definiciones más útiles para el análisis organizativo sea la de Salvatore Maddi, que define la personalidad de la siguiente manera:
". . . un conjunto estable de caracterÃsticas y tendencias que determinan aquellas comunalidades y diferencias en el comportamiento psicológico (pensamientos, sentimientos y acciones) de las personas que tienen continuidad en el tiempo y que no pueden entenderse fácilmente como el único resultado de las presiones sociales y biológicas del momento".8
Cabe destacar varios aspectos de esta definición. En primer lugar, la personalidad se entiende mejor como una constelación de caracterÃsticas que interactúan entre sÃ; es necesario considerar a la persona en su totalidad cuando se intenta comprender el fenómeno y sus efectos en el comportamiento posterior. En segundo lugar, varias dimensiones de la personalidad son relativamente estables a lo largo del tiempo. Aunque pueden producirse cambios, sobre todo evolutivos, rara vez se observan cambios importantes en la personalidad de un individuo normal. Y en tercer lugar, el estudio de la personalidad hace hincapié tanto en las similitudes como en las diferencias entre las personas. Esto es importante que lo reconozcan los directivos a la hora de formular acciones destinadas a mejorar el rendimiento y el bienestar de los empleados.
Influencias en el desarrollo de la personalidad
Las primeras investigaciones sobre el desarrollo de la personalidad se centraron en la cuestión de si era la herencia o el entorno lo que determinaba la personalidad de un individuo. Aunque algunos investigadores siguen preocupados por esta cuestión, la mayorÃa de los psicólogos contemporáneos consideran ahora que este debate es infructuoso. Como señalaron hace tiempo Kluckhohn y Murray:
"Los dos conjuntos de factores determinantes rara vez pueden desentrañarse por completo una vez que el entorno ha empezado a funcionar. Las cuestiones pertinentes son: (1) ¿cuál de las diversas potencialidades genéticas se actualizará como consecuencia de una serie particular de acontecimientos vitales en un entorno fÃsico, social y cultural determinado? y (2) ¿qué lÃmites al desarrollo de esta personalidad establece la constitución genética?"
En otras palabras, si se considera al individuo desde la perspectiva de la persona en su totalidad, la búsqueda de los determinantes de los rasgos personales se centra tanto en la herencia como en el entorno, asà como en la interacción entre ambos a lo largo del tiempo. En este sentido, pueden identificarse cinco grandes categorÃas de determinantes de los rasgos personales: fisiológicos, culturales, familiares y de grupo social, de rol y situacionales.
Determinantes fisiológicos. Los determinantes fisiológicos incluyen factores como la estatura, la salud y el sexo, que a menudo actúan como limitaciones para el crecimiento y el desarrollo personal. Por ejemplo, las personas altas tienden a ser más dominantes y seguras de sà mismas que las más bajas. Los estereotipos tradicionales de los roles sexuales han servido para encauzar a hombres y mujeres hacia patrones de desarrollo diferentes. Por ejemplo, los hombres han sido entrenados para ser más asertivos y las mujeres más pasivas.
Determinantes culturales. Debido al papel central de la cultura en la supervivencia de una sociedad, se hace mucho hincapié en inculcar normas y valores culturales a los niños que crecen. Por ejemplo, en las sociedades capitalistas, donde se valora mucho la responsabilidad individual, se hace hincapié en desarrollar personas orientadas al logro, independientes y autosuficientes, mientras que en las sociedades socialistas se hace hincapié en desarrollar individuos cooperativos y orientados al grupo que anteponen el bienestar de toda la sociedad a las necesidades individuales. Los determinantes culturales afectan a los rasgos personales. Como señala Mussen, "el grupo cultural del niño define la gama de experimentos y situaciones que es probable que encuentre y los valores y caracterÃsticas de personalidad que se reforzarán y, por tanto, se aprenderán".10 Consideremos, por ejemplo, cómo la sociedad japonesa desarrolla su mundialmente conocida ética del trabajo.
Determinantes familiares y del grupo social. Quizá los factores determinantes de la familia y el grupo social sean los que más influyen en el desarrollo personal. Por ejemplo, se ha descubierto que los niños que crecen en hogares democráticos tienden a ser más estables, menos discutidores, más exitosos socialmente y más sensibles a los elogios o las culpas que los que crecen en hogares autoritarios.11 La familia inmediata y los compañeros contribuyen significativamente al proceso de socialización, influyendo en la forma de pensar y comportarse de los individuos a través de un intrincado sistema de recompensas y castigos.
Determinantes de los roles. A las personas se les asignan diversos papeles muy pronto en la vida debido a factores como el sexo, el nivel socioeconómico y la raza. A medida que uno se hace mayor, otros factores, como la edad y la ocupación, influyen en los papeles que se espera que desempeñemos. Estos determinantes de los roles a menudo limitan nuestro crecimiento y desarrollo personal como individuos y controlan significativamente los patrones de comportamiento aceptables.
Determinantes situacionales. Por último, el desarrollo personal puede verse influido por determinantes situacionales. Se trata de factores a menudo imprevisibles, como un divorcio o la muerte de un familiar. Por ejemplo, James Abegglen estudió a 20 ejecutivos de éxito procedentes de una infancia de clase baja y descubrió que, en tres cuartas partes de los casos, estos ejecutivos habÃan sufrido algún tipo de trauma grave por la separación de sus padres. Sus padres (y modelos de conducta) habÃan muerto, estaban gravemente enfermos o habÃan sufrido graves reveses económicos. Abegglen planteó la hipótesis de que la identificación negativa de los hijos con las dificultades de sus padres representaba una importante fuerza de motivación para el logro y el éxito.