Movimientos de satélites y naves espaciales

 

Figura 3.11 Disparo de una bala en órbita. (a) Para las trayectorias a y b, la velocidad no es suficiente para evitar que la gravedad arrastre la bala de vuelta a la Tierra; en el caso c, la velocidad permite que la bala caiga completamente alrededor de la Tierra. (b)

Una vez que un satélite artificial está en órbita, su comportamiento no difiere del de un satélite natural, como nuestra Luna. Si el satélite está lo suficientemente alto como para quedar libre de la fricción atmosférica, permanecerá en órbita para siempre. Sin embargo, aunque no hay ninguna dificultad para mantener un satélite una vez que está en órbita, se necesita una gran cantidad de energía para elevar la nave espacial fuera de la Tierra y acelerarla hasta alcanzar la velocidad orbital.

Para ilustrar cómo se lanza un satélite, imagine una pistola que dispara una bala horizontalmente desde la cima de una montaña alta, como en la Figura 3.11, que se ha adaptado de un diagrama similar de Newton. Imaginemos, además, que se puede eliminar la fricción del aire y que nada se interpone en el camino de la bala. Entonces, la única fuerza que actúa sobre la bala después de salir por la boca del cañón es la fuerza gravitatoria entre la bala y la Tierra.

Cada año, más de 50 nuevos satélites son puestos en órbita por países como Rusia, Estados Unidos, China, Japón, India e Israel, así como por la Agencia Espacial Europea (ESA), un consorcio de países europeos (Figura 3.12). En la actualidad, estos satélites se utilizan para el seguimiento meteorológico, la ecología, los sistemas de posicionamiento global, las comunicaciones y con fines militares, por citar algunos usos. La mayoría de los satélites se lanzan en órbita terrestre baja, ya que esto requiere la mínima energía de lanzamiento. A una velocidad orbital de 8 kilómetros por segundo, dan la vuelta al planeta en unos 90 minutos.

 

Figura 3.12 Satélites en órbita terrestre. Esta figura muestra las piezas más grandes de desechos orbitales que están siendo rastreadas por la NASA en la órbita terrestre. (Crédito: NASA/JSC)

Naves espaciales interplanetarias
La exploración del sistema solar se ha llevado a cabo en gran medida mediante naves espaciales robotizadas enviadas a los demás planetas. Para escapar de la Tierra, estas naves deben alcanzar una velocidad de escape, la velocidad necesaria para alejarse de la Tierra para siempre, que es de unos 11 kilómetros por segundo (unas 25.000 millas por hora). Después de escapar de la Tierra, estas naves se dirigen a sus objetivos, sujetas únicamente a pequeños ajustes de trayectoria proporcionados por pequeños cohetes propulsores a bordo. En vuelo interplanetario, estas naves siguen órbitas alrededor del Sol que sólo se modifican cuando pasan cerca de uno de los planetas.

Al acercarse a su objetivo, una nave espacial es desviada por la fuerza gravitatoria del planeta hacia una órbita modificada, ganando o perdiendo energía en el proceso. Los controladores de naves espaciales han sido capaces de utilizar la gravedad de un planeta para redirigir una nave espacial en vuelo hacia un segundo objetivo. Por ejemplo, Voyager 2 utilizó una serie de encuentros asistidos por la gravedad para realizar sucesivos sobrevuelos de Júpiter (1979), Saturno (1980), Urano (1986) y Neptuno (1989). La nave espacial Galileo, lanzada en 1989, pasó una vez por Venus y dos veces por la Tierra para obtener la energía necesaria para alcanzar su objetivo final de orbitar Júpiter.

Si deseamos orbitar un planeta, debemos frenar la nave espacial con un cohete cuando ésta se encuentre cerca de su destino, lo que permitirá capturarla en una órbita elíptica. Para que el vehículo descienda de la órbita y aterrice en la superficie, es necesario un empuje adicional del cohete. Por último, si se planea un viaje de regreso a la Tierra, la carga útil aterrizada debe incluir suficiente potencia propulsora para repetir todo el proceso a la inversa.

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Ferely Medina

Título de la ponencia:

Anticoncepción hormonal, riesgos y efectos secundarios - Mi testimonio personal

Bio:

Ferely Correa, nacida en Venezuela, casada y madre de 5 hijos, conoció a su marido cuando estudiaban ingeniería. Ahora comparten profesión como ingenieros químicos. Anteriormente, Ferely estuvo trabajando como analista química en Venezuela y México en la industria del petróleo y gas, luego se mudó a Holanda, y allí, fue voluntaria como coordinadora de equipo de actividades relacionadas con las áreas de expatriados en La Haya, en la revista ACCESS. Actualmente, tiene la bendición de formar parte de los instructores de PFN en EEUU, enseñando el Método de la Ovulación Billings. La enseñanza la ha llevado a un gratificante y hermoso viaje aprendiendo más sobre su cuerpo, cómo funciona y qué podría dañarlo potencialmente.